6 may 2009

El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde...


"Ser lo que somos y convertirnos en lo que somos capaces de ser 
es la única finalidad de la vida" (Robert L. Stevenson)
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El Señor Utterson, un abogado de semblante duro y jamás suavizado por una sonrisa y el señor Enfield (su primo lejano) solían dar paseos rutinarios y aparentemente aburrido por las calles de Londres. Dos típicos hombres mayores que se perdían entre aquellas calles desafiantes de luces y gente de vez en cuando; desoladas en otras ocasiones. En uno de aquellos paseos el señor Enfield le relató a su amigo un suceso que había resultado un poco preocupante para él; le dijo que un día, ya muy entrada la noche, cuando volvía a casa después de un viaje se vio ante una situación que llamó su atención: un hombre acosando a una pobre niña. Rápidamente su intención fue intervenir ante aquel acto donde familiares y curiosos se congregaron alrededor de aquella escena después de que la niña gritara. Sin embargo lo que en realidad llamó la atención del señor Enfield fue lo que el acosador de la niña trasmitía; una sensación de frialdad, de bajeza y sentimientos tan repugnante que, acompañado con su estado físico, no hacían más que sobreponer los males antes mencionados. 

El señor Utterson quedó interesado en el suceso después de que su compañero le dijera de que el extraño hombre había accedió a un acuerdo monetario para evitar que aquel suceso se diera a conocer a la sociedad y cuyo cheque bancario estaba firmado por un reconocido médico que cualquiera podría reconocer con sólo mencionarlo. Enfield se negó rotundamente a dar el nombre del famoso doctor al abogado pero se limitó a decir que el nombre de aquel Ser que causaba asco y malestar era: Edward Hyde, un completo desconocido para cualquiera y que seguramente no tendría ningún problema al mencionar su nombre, pero el señor Enfield estaba equivocado. Después de que ambos hombres pactaron no hablar jamás del tema se despidieron y cada quien retornó a su casa. 

El abogado, intrigado de toda esa situación aquella misma noche fue a buscar entre sus papeles aquel testamento que le había causado malestar tiempo atrás y del que él mismo sentía vergüenza y coraje de sólo verlo por lo dudoso del acto y lo poco ético de su proceder. Estaba firmado por el Dr. Jykell y en él dejaba en claro que si moría, desaparecía o se ausentaba de manera inexplicable por más de tres meses todos sus vienes materiales pasarían a manos de “su amigo y benefactor” Edward Hyde.

Es así como da comienzo el libro de Robert L. Stevenson y que nos lleva por el intrincado mundo de la mente humana. Según se plantea el Dr. Jykell, el ser humano esta constituido por una personalidad buena y una mala en la que, por fortuna, es la buena la que comúnmente predomina, esto debido en gran medida a la sociedad que rige nuestro entorno y nos otorga limites y tolerancias a ciertos actos, mismos que nos son enseñado a nosotros desde la infancia. En su infinita curiosidad el Dr. Jykell se ve tentado a crear “algo” que sólo pudiera mostrar una cara de la persona, el lado oscuro. Aquello que únicamente reflejara los más bajos instintos y vejaciones del ser humano; un ser que ante nuestra pulcra sociedad sea considerado escoria y cuyo semblante reflejará desprecio y odio con sólo sostenerle la mirada. Algo que pareciera lo más cercano a un demonio, que hiciera sentir escalofríos con verle la cara o encontrarse con él por las pobladas avenida de aquella ciudad europea.

Pero el autor del libro no se limita únicamente a mostrarnos los hechos que llevaron al Dr. Jykell a crear tal abominación sino que nos lo expone de una manera entretenida y no muy larga, reflejada en una novela que no decepciona ni se vuelve cansina; tomando de la mano una forma de narrar única que refleja, quizá, la capacidad del autor de mostrarnos que en el ambiente en que se desarrolla la historia los protagonistas en su mayoría son gente culta y de la alta sociedad que se rigen bajo lenguaje intelectual y sútil. Una estupenda novela que nos hace reflexionar en el sentido existencial del ser humano y su naturaleza siempre en constante guerra entre el bien y el mal. Esa lucha tan nuestra y ancestral que nos sigue desde tiempos inmemorables, siendo parte de nuestra psicología y evolución. ¿Cuántos de nosotros no hemos sentido la necesidad y el vil vacío de la venganza, de corromper la ley, de dañar al prójimo, de desearle el mal a aquel que un día nos dañó? ¿Dé decir “se lo merece” cuando vemos sufrir al enemigo? ¿Quién de nosotros no a estado tentado de tomar la justicia por la manos, de burlarnos de los demás? ¿De creer, muchas veces estúpidamente, que somos superior al resto de los mortales? El Dr. Jykell se vio tentado también a eso, pero siempre logró contenerse marcando su reputación como un excelente medico, un estupendo ser humano, caritativo y compasivo, tal y como cientos de millones de habitantes del planeta; pero cuando vio lo que había creado y se inventó la oportunidad de dañar a los demás sin que su trabajo de excelente medico y persona se viera corrompido no tuvo más remedio que caer en aquellas viles tentaciones, quizá para experimentar más desde el punto de vista de la curiosidad que el de la maldad, pagando muy alto sus consecuencias. 

En fin, una estupenda lectura, altamente recomendable que me leí en una sola y calurosa madrugada de verano. Un muy buen libro que prometo volver a leer en algunos meses, porque sin duda...vale la pena hacerlo.

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