5 mar 2010

Cuéntame... ¿cómo te ha ido?


"Ahora que ha llegado el optimismo
quién pudiera preguntarte
cómo ser siempre uno mismo..."

-Papá cantó (Pedro Guerra)-
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Ya han pasado un puñado de décadas y seguro pensarás que la vida parece sólo un suspiro matutino que se escapa sin que le lleves el ritmo. Un soplo imperceptible, casi invisible y desapercibido que se pierde en los años transcurridos.

Seguro recordaras que parece que fue ayer cuando viste llegar al hombre a la Luna y entendiste que todo era posible. Cuando jugabas en aquel barrio céntrico de un pueblo rudimentario ahora convertido en ciudad por causa del progreso y la tecnología.

Ya no tienes por qué asomarte por la ventana de la casa vecina para ver la televisión.
Ya entendiste que los comerciales no se graban una y otra vez cuando aparecen en la pantalla.
Comprendiste que la vida era más complicada que un juego de futbol, una partida de canicas con el niño de al lado o jugar al bote pateado en el patio de la escuela.

¿Recuerdas los días de atardeceres y trenes? ¿Cuándo los ruidos de las ruedas rugían contra los rieles mientras tus niñas comían sabritas y jugos en la vieja estación ferroviaria?

Los días en playas olvidadas, vacaciones infinitivas, navidades eternas . Aquellos fines de semanas en parques familiares en cierta ciudad del norte. De sesiones fotográficas, álbumes familiares y discos de vinilo. De días de platicas y chistes en los días más oscuros y estrellados en La Reforma. De mudanzas, de viajes y otras cosas.
Cuando nos enseñaste a patinar nunca te pregunté si tú sabías hacerlo. Eras mi padre…se supone que un papá nace sabiendo esa clase de cosas. Y además, confiábamos ciegamente en ti y en menos de una semana ya volábamos en patines por toda la casa.

Humildes. Tú nos enseñaste a ser humildes. No sé cuantas veces recuerdo la frase "Esta navidad no va a ver regalos por que no hay dinero" y hasta hoy caigo en cuenta que no existió en mi vida ningún 25 de diciembre sin regalos debajo del árbol navideño. Siempre había. Humildes y sencillos pero allí estaban. Envueltos y arreglados. Pequeños, con un significado gigante por dentro. Invisibles y perfectos. Por que sabías que cada uno de ellos reflejaba la esperanza de futuros mejores y sonrisas sinceras.

Nunca nos faltó un plato servido en nuestra mesa, ni un techo bajo nuestras cabezas. Ni escapadas furtivas a paraísos olvidados. Fiestas de cumpleaños. Promesas cumplidas.

Gracias por todo y feliz cumpleaños.

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